miércoles, junio 02, 2010

¿Social media?... ¡no, no! Yo quiero un anuncio

En el mundo que vivimos, todo tiende a cambiar con relativa frecuencia; para nuestra fortuna o desgracia, no tenemos la "comodidad" que otros siglos gozaron con respecto a la evolución de su estilo de vida.

Y entonces me asalta una gran duda: ¿Porque hay tantos publicistas en México que se resisten a ello?

Puedo entender perfecto porqué los publicistas de la era Alazraky fueron exitosos en su tiempo; la audiencia era más "docil", más inocente, era más fácil de enganchar y ni de broma podía soñar en una comunicación bilateral con los medios a que tenía acceso. Por desgracia, los encargados de la publicidad de esas épocas abusaron de su poder de forma tiránica y convirtieron a ese espectador “docil”, en una "gata arisca", que no cree nada, que siempre duda, que desacredita, se burla y cuestiona... y por si eso fuera poco; hoy, el espectador ha dejado de ser tal para convertirse en protagonista de sus propios medios.

Yo no soy un erudito en la materia, no soy el investigador más hábil, ni el creativo multipremiado; y aún así, yo logro darme cuenta de que el enfoque de la publicidad hoy en día, ya no debe centrarse en los medios que cautivaron a la audiencia de los noventas, y ni siquiera debería enfocarse en las plataformas que le sirvieron al principio de los dosmiles. Hoy, (como debió ser desde un principio) el espectador manda; y exige calidad, veracidad y respeto. Hoy más que nunca, es nuestra obligación satisfacer todo lo que él exige; porque hoy más que nunca, él tiene el poder de cambiarnos de canal, cambiar de revista, ignorar nuestro anuncio en la calle, o peor aún: darnos “unfollow”.

Sin embargo, y aunque sé que los publicistas de la era Alazraky ven esto como una enorme crisis infranqueable; hay quienes encontramos en esta situación, una enorme oportunidad. La oportunidad de "redimirnos" de recuperar a la audiencia en vez de engañarla; de hablarle en su propio lenguaje, en vez de imponerle el nuestro; de darle lo que realmente le interesa y no lo que una marca quiera venderle por la fuerza; de respetarlo, en vez de menospreciarlo; de comunicarnos con él en un canal de dos vías, en vez de someterlo a anuncios estúpidos que él, en realidad, nunca pidió.

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