martes, junio 08, 2010

La mañana siguiente

La luz lastima mis ojos y el calor comienza a sentirse molesto en mi piel. Por más que lo intento no logro permanecer cómodo en la cama (si es que así se le puede llamar). Abro los ojos y los tallo con mis manos tratando de despejarme un poco. Observo a mi alrededor y sólo veo el desastre de la noche anterior. Todos los demás aún duermen.

Con mucho cuidado tomo la cabeza de Mariana con una mano, para sacar mi brazo de debajo. Lo logro sin despertarla.

Me leavanto y, aún en boxers, camino a la cocina, cuidando mis pasos para no pisar a alguno de los que duermen perdidamente en el piso.

Ya en la cocina lleno una jarra con agua del grifo y la pongo a calentar para prepararme un café. Salgo de la cocina y me dirijo a la mesa de centro de la sala, tomo un cigarro, inútilmente busco un encendedor, y finalmente decido regresar a la cocina a encenderlo con la llama de la estufa. Lo enciendo e inspiro hondo mi desayuno de nicotina, y conforme el cigarro se va consumiento en mis labios, observo con detenimiento el departamento en que estoy. Y me pregunto ¿Cómo llegué hasta aquí?

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